lunes, 15 de junio de 2009

El Circo de la Noche

Francisco Elizondo

Email: franc_elizondo@hotmail.com

¡Llegaste temprano, Jeannina!, te dice Natalie, “la líder de la esquina”, como tú misma la llamas. Estás ubicada al costado de Radio Shack, en el centro de San José; este es el territorio que dominarás por las noches y que frecuentarás al menos cinco veces por semana, según tienes planeado.

¿Temprano?, si son casi las ocho de la noche; me han dicho que las mejores billeteras desfilan entre las ocho y las nueve…y quiero ganar buen “guevo”.

Natalie evadió tu comentario, y con una mirada burlona se quedó mirándote de cabo a rabo ¿Qué me miras tanto, Natalie? ¿Qué, acaso te gusto? “La Líder” no logró evitar que sus ojos se aferraran a aquel fino cuerpo tuyo, adornado con un par de zapatos plateados de tacón alto, cabello rubio, una diminuta minifalda y aquel pronunciado escote que no dejaba nada a la imaginación.

¿Qué si me gustas?, jajaja no me hagas reír, Jeannina. Tú estás demodé, y a eso no le entro; el panocho pasó de moda hace mucho, ahora lo que está IN es el doble propósito, pero moderno, mi amor. No como tú, mi reina, tú lo que eres es un fenómeno. Es más, si vas a Tihany, te contratan de inmediato.

El peróxido de hidrógeno había hecho varias visitas en tu cabellera, la cuál contrastaba ardorosamente con tu tez morena, Jeannina, y con tus prominentes pómulos, los cuales, evocaban una mística masculinidad inequívoca.

Nueve meses en el vientre de tu madre no fueron suficientes para definir tu género, Jeannina, sin embargo, tu compañera de gestación, tu hermana gemela, María Laura, sí logró esa definición que tanto añoras. Su embarazo es doble, son dos las criaturas que están creciendo, le dijeron los médicos a doña Blanca, tu madre, allá por 1984, cuando se realizó los ultrasonidos; lo que no sabían los expertos, Jeannina, era que, en efecto, iba a ser un embarazo doble, pero por partida doble.

El tercer día de mayo de 1985, tu madre estaba sufriendo los terribles dolores previos a tu nacimiento. El primer llanto de bebé que se escuchó en la sala fue de María Laura; dos minutos después se escuchó el segundo infante dar tremendos gritos, esa fuiste tu Jeannina.

El silencio en la sala de parto no se hizo esperar tras tu nacimiento, Jeannina, los médicos enmudecieron por completo, ¿Dígame doctor, es un niño o una niña? ¿Doctor? ¿Dígame, doctor? Los médicos simplemente no sabían qué eras; venías doblemente equipada, eras un niño niña.

Te aferras fuertemente a tu bolso de cuero blanco; dentro de él guardas tus documentos de identidad, sin embargo, el rostro del tipo en la fotografía de tu cédula, no evitaría que fueras detenida en un eventual operativo policial. Mario Rivera Jarquín, como indica tu identificación, no eres tú; tú eres Jeannina, y todas tus compañeras te conocen solo por ese nombre que tú misma ideaste.

Hoy es tercer miércoles de abril, te dice “La Líder”. Es posible que nos visite el político aquel que te comenté el otro día, el de Liberación Nacional, el que paga buenos dólares.

¡No me digas! ¿Y cuál es la historia de se hombre? ¿Por qué viene solo el tercer miércoles de cada mes? Ah es porque la doña sale del país la tercera semana de cada mes, entonces el viejo aprovecha de venir el miércoles para darse un gustito, para saborear una buena verga. El hombre es un ricachón; está muy metido en la campaña de Johnny, pero me aseguró que su voto le pertenece a Laura.

Un Mitsubishi Montero verde se detiene justo en la esquina, ¡Es Danilo!, dice “La Líder” exaltada, y se acerca rápidamente a la ventanilla del vehículo.

Tú, Jeannina, sigues caminando con suavidad junto a dos de tus compañeras, de un lado para el otro, tratando de imitar la soltura de las modelos de desfiles de modas de Paris que miras en la televisión; pero, para tus travestidos colegas, eras simplemente parte del espectáculo nocturno; al igual que los malabaristas, payasos con grandes zapatos y enanos atraen cientos de visitantes bajo la carpa.

A lo lejos, Danilo te observa, ¿Quién es la machota? Es la nueva, se llama Jeannina…no creo que te guste, le dice Natalie.

A la distancia resultas encantadora, una diosa, atractiva para cualquier hombre o mujer que ande en busca de “amor”, pero de cerca, la cara de yegua que tienes, no se disimula, ni siquiera, con las tres capas de maquillaje que te colocas en el rostro.

¡Vamos, Natalie, preséntame a la nueva!, suplica Danilo; yo te la presento, pero, cuando veas que no es lo que te gusta, no vengas después a reclamarme.

¡Jeannina, ven acá! Natalie los presenta, el uno al otro, y la pregunta de Danilo no se hace esperar ¿Cuánto vale ese bate? Quince la mamada y treinta la cogida. ¿Treinta mil? Pero eso es demasiada harina, mi amor, estamos en época de crisis, preciosa, ¡baja esos precios si quieres poner a trabajar esos chanchos!

Chanchos y repugnantes te resultaban tus compañeritos de la escuela cuando se enteraron que no hacías pipí de pie, a chorro parado como todos esperarían; como hacen los hombrecitos. Posiblemente cursabas el quinto grado en la escuela El Tanque de San Carlos, dónde creciste.

Era recreo, entraste al baño de los varones y te sentaste sobre la taza del excusado para orinar, lo que no pasó por tu mente en ese momento era que Alberto, tu archienemigo, aquel infeliz que siempre te montana sobrenombres –“Mariposita”, “Finito” o simplemente “Lalo”- estaba mirándote por encima de la pared, parado sobre la taza del baño de la par. No había terminado el recreo aún, cuando la escuela entera sabía que Mario Rivera, “El mariposón” tenía pepita, era toda una mujercita, y además que orinaba sentada.

Bueno, estos chanchos comen guineo cuando pagan bien por ellos, dejémoslo en Veinticinco, ¿se la juega?, te doy veinte ahora mismo, ¡No más que eso!

Aceptas los veinte y subes al vehículo de Danilo, el cual continúa estacionado en la esquina. Como malabarista novato, enfrentándose a la gravedad por primera vez, tenías los nervios alterados.

El tipo no se hace esperar, y de inmediato sus manos empiezan a deslizarse por tu cuerpo; él es muy hábil con los dedos, y en cuestión de segundos está tocando la mercadería, como quien estuviera leyendo braille, de arriba abajo, por dentro y por fuera de tu ropa; el desfile de besos empieza, las salivas se intercambian con el choque de las lenguas.

De repente, Danilo mete la mano bajo tu blusa. Estás aterrada. Tu respiración se detiene. Sudas como puta en El Edén, y aún no te quitas ni la ropa, no te imaginas cómo va a reaccionar este tipo cuando conozca el santo ñajo narizón.

¿Vestiditos o pantaloncitos? Esa fue siempre la pregunta que se hacía tu madre al vestirte; tu nombre es Mario, pero parecías María, la ambigüedad siempre rodeó tu existencia.

La cirugía cuesta cerca de diez mil dólares, dijeron los médicos a tu mamá cuando tenías nueve años, pero para hacerla deben viajar a Colombia, indicaron. ¡Diez mil verdes! Eso es demasiada plata, Mario, apenas nos alcanza para comer, mejor dile a Dios que en la próxima vida te bastará con solo un centro de entretenimiento, y no los dos juntos que tienes ahí abajo metidos, que se miran tan fachosos y grotescos Mario, que más que entretener, ahuyentan y traumatizan hasta al más feo.

A los trece años, “murió” Mario, y surgió Jeannina como el fénix, cuando fue imposible ocultar las semejantes tetas que te crecieron cuando estabas en primer año del colegio. Una vez superada la etapa de colegio, obviamente sin éxito, eran las “teresas” las que de te ayudaban a conseguir empleos de cocinera o mesera; pero, el aspecto andrógino te los arrebataba sin mayor remordimiento, por eso la calle se había vuelto tu última alternativa.

Danilo sigue la exploración corporal, y de repente desliza su mano izquierda bajo tu falta y alcanza a llegar hasta dentro de tus calzones. Es ahí cuando acaricia la máxima atracción de la noche, la bestia peluda, el Frankenstein de tus pesadillas, el motivo de tu triste vivir, el dúo que te hace diferente entre los diferentes.

¡Mierda! ¿Qué diablos es eso? ¿Qué clase de fenómeno de circo eres tú, por un carajo? ¿Pinga y panocho?, con las dos manos tira Danilo de tu minifalda para divisar el monstruo; y ahí estaba, no había duda, doble propósito y hasta triple si se quería. ¿Pero qué abominación es esta? Cruz y flecha juntas. Adán y Eva en un solo cuerpo.

Danilo buscaba encajarse un pene esa noche, pero, encontró más que eso, y su reacción no se hizo esperar ¡Bájate de mi carro pero ya, asquerosa, malparida, deforme!, a puntapiés y puñetazos te hizo expulsada del vehículo en segundos, y pisó el acelerador dejándote tirada a mitad de la calle, ante la mirada de tus “colegas”.

En el suelo donde te dejaron escuchaste, a modo de ovación, las risas burlonas de tus “compañeras” al otro lado de la acera, incluida Natalie; no se perdieron ni un detalle de la función; el primer show de la noche.

Estás destruida; te sientes un deshecho, tus lágrimas se asoman tímidas y bajan por tu mejilla dando al traste con las tres horas que estuviste maquillándote frente al espejo. Ahora estás segura, siempre lo supiste, pero te hacías la fuerte; no encajas ni siquiera bajo el toldo nocturno donde los hombres juguetean a ser mujeres, no correspondes ni aquí ni allá, no perteneces a ninguna parte; no aquí, no ahora, no nunca, simplemente no.

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