miércoles, 28 de enero de 2009

Soluciones que castigan

Me quedé con los pelos de punta, al enterarme, por una encuesta de CID-Gallup, que por el alto costo de la vida, en mi país, en “mi linda Costa Rica”, muchas familias en extrema pobreza dejan literalmente de comer para poder hacer frente a otras de sus necesidades básicas.

Este si es un costo: y cruel. No obstante, este es un precio que pagamos todos porque, sin que nos demos cuenta, cada día que pasa, todos somos más pobres. La puerta que parecía abierta, solo era una ilusión. Al pasar los dos primeros años de este gobierno, la realidad nos la cierra en la cara. Qué paradoja, ¿eh?, los políticos dicen que la economía avanza, pero el alto precio de la vida, nos dice que caminamos para atrás.

Hace un par de semanas, cuando empecé a darme cuenta de que el “poder” de mi billetera se reducía inevitablemente, y mi tarjeta comenzaba tristemente a salir rechazada en las gasolineras, opté por viajar en bus. La idea era dejar de utilizar el carro tan seguido como hasta entonces lo había hecho, al menos por un tiempo, con el fin de ahorrar en combustible. Lo anterior debido a que los precios suben sin detenerse, pero los salarios continúan en su eterno estancamiento. ¡Qué duro!

Esa medida me trajo alivios en el bolsillo, pero me produjo complicaciones en otros aspectos. ¿Será de verdad que vivimos amenazados por el hampa, o es pura “percepción” mía que la inseguridad nos acecha?, no, ¡Imposible!, no es una simple apreciación, ahora hasta en los buses lo asaltan a uno. Como dice un viejo refrán: “En río revuelto ganancia de pescadores”, si uno no se “pellizca” hasta lo apuñalean, corriendo con “suerte”, todo para quitarle cualquier insignificancia y luego, ofrecerla a precios ridículos en tiendas de empeño.

Viendo que el bus no era la opción más acertada, pensé seriamente en adquirir una moto, para contrarrestar el gasto de combustible, sin embargo, observando en las noticias la gran cantidad de accidentes en los que se ven envueltos los motociclistas, esa alternativa no pasó a ser más que una idea que pasó por mi cabeza, la cual, afortunadamente, ya se fue. No sé si la enorme cantidad de accidentes de motociclistas se deba a la imprudencia de los mismos, o al irrespeto que se vive en las carreteras por parte de los demás conductores. De cualquier forma, por ahora prefiero seguir con la duda.

Eventualmente con el fin de evitar el riesgo a que me asaltaran, me convertí en carpooler, pero bueno, con eso tampoco logré resolver el asunto ni tranquilizarme, ya que los tráficos están imponiendo multas a los conductores, porque resulta que, ahora, hacer carpooling es ser “taxi pirata”, ¿Quién entiende a esta gente?

Para terminarla de ajustar, mis compañeros de trabajo, con los que viajo todos los días, resultaron ser esos típicos “rápidos y furiosos” que uno “casi nunca” ve en carretera. Ahora no sé si estoy más seguro en el bus, o en un carro con un loco al volante.

Muchas personas han cambiado el motor convencional del carro por uno de gas LPG, que resulta ser más amigable con el bolsillo, sin embargo el costo para hacer el cambio de motor es bastante elevado.

Sí ninguna de las alternativas, que están al alcance, logran cubrir las expectativas, ¿Qué vamos a hacer? ¿Volver a la época de nuestros abuelos y cabalgar hacía el trabajo? Necesitamos una solución pronto, porque si seguimos esperando a que se resuelva el uso de Interlínea, a que el tren sea eficiente o a que mejore la seguridad ciudadana, nos vamos a hacer de piedra.

Esto es muestra de que, de cierta forma, la sociedad en general está tomando medidas, algunas muy poco alentadoras, con el fin de reducir el reciente impacto que ha experimentado la economía. Ya lo decía Oscar Arias: “Corren tiempos de cambio y de definición”, claro que sí, muchos cambios, en reducciones económicas obligatorias, en saliditas a bares o restaurantes, en aspectos de primera necesidad como lo son el transporte, la educación, el vestido o, en casos extremos, la alimentación. ¿Hasta dónde vamos a llegar con todo esto?

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