lunes, 26 de enero de 2009

Fugitivos sin crimen

En los barrios de San José los reportes de niños perdidos son casos comúnmente registrados a la policía, según los datos estadísticos del PANI. Entre las más despiadadas razones del robo de menores figuran la explotación sexual, el tráfico internacional de órganos y las adopciones ilegales en el extranjero entre otros. Actualmente nuestras autoridades tratan de ubicar a 74 niños extraviados, de los casos considerados de mayor importancia, dadas las circunstancias que rodean los hechos, pero qué sucede cuando son los menores quienes, en su dulce afán por recuperar su niñez, se fugan de sus casas, como respuestas ante la incontrolable desesperación, debido a los graves conflictos familiares que deben enfrentar en sus hogares.

Recién iniciados mis tiempos de primaria, los angustiados maestros nos alertaban sobre personas desconocidas que habían sido vistas en repetidas ocasiones durante los recreos fotografiando a algunos de nuestros compañeros, a través de las mallas de la institución. También, claramente, me recuerdo caminando con mis útiles escolares de regreso a mi casa, cuando un automóvil conducido por una pareja de desconocidos me ofreció llevarme hasta mi casa. Yo, sin decir una sola palabra, mudo por la impresión del momento, salí como un cachiflín en dirección contraria al vehículo, y es que es así como reaccionaría cualquier niño que ha sido adecuadamente aconsejado por sus padres y profesores.

Muchas veces los ofrecimientos materiales y económicos representan uno de los principales medios para engañar menores, quienes eventualmente son extraviados, pero en algunos casos es simplemente un misterio, tal como en el caso Blackshaw, desaparecida desde 1989, o el caso Valverde del 2002, vistas por última vez, y sin dejar rastro alguno, en Goicoechea y Desamparados respectivamente. Pero, más espeluznantes e impactantes son los casos en que los menores, tratando de buscar una salida a sus frustraciones familiares se deciden por enfrentar un mundo cargado de peligros y malas intensiones, donde las drogas, la inseguridad, el irrespeto, la delincuencia y en especial el tráfico de menores, son el pan nuestro de cada día.

Durante horas de juego con mis amigos de la cuadra llegué a conocer este niño del que apenas tengo un vago recuerdo. Una mañana amaneció durmiendo entre el aserrín del taller de muebles del barrio, había llegado desde Miramar de Puntarenas, según sus relatos. Su edad rondaba los 10 años para aquella época. Al parecer los problemas de drogas, alcoholismo, agresión doméstica y desintegración familiar lo habían empujado a tomar la decisión de abandonar su casa y su familia. Sin embargo, cuando se enteró que las autoridades respectivas estaban por acercarse en su búsqueda, no pasó mucho tiempo para que se despareciera por completo.

“Runaway Train”, un interesante video musical norteamericano de inicios de los noventas, mostraba las imágenes de adolescentes extraviados recientemente. En este video las fotos de los muchachos perdidos localmente eran adaptadas para mostrarse dependiendo del lugar en que se proyectaría el video. Esto consiguió que muchos de esos jóvenes perdidos lograran reencontrarse con sus respectivas familias, sin embargo en algunos de los casos el resultado fue devastador, puesto que tras años de fuga muchos de los niños encontrados debían enfrentarse nuevamente a complicadas situaciones familiares que los habían hecho escaparse anteriormente.

Costa Rica no escapa a esta realidad, sin embargo las cifras no son tan elevadas como en los países del norte, donde la unión familiar no representa un lazo tan fuerte como en Latinoamérica. Pero en algunos casos registrados se ha identificado que los problemas familiares han sido la principal causa de la fuga de menores fuera de sus hogares. Cada quien tiene que ser conciente de su realidad, y cuestionarse personalmente, con el fin de identificar oportunidades en su relación con los más pequeños de la casa. Es una pena que por comportamientos y acciones de los viejos, los chicos tengan que buscar salidas que podrían resultar extremadamente perjudiciales e incluso mortales, en el peor de los casos.

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