lunes, 26 de enero de 2009

Sueños de color arcoíris

El rompimiento del clásico esquema familiar, que tanto ha luchado por mantener la iglesia católica, parece estar llegando a un punto crítico. La polémica que generó la reciente autorización para recolectar firmas, para una posible elección popular que decidirá el destino del proyecto de uniones entre personas del mismo sexo, preocupa a autoridades y genera enfrentamientos entre conjuntos en favor y en contra del plan en nuestro país.
Es admirable y gratificante que se hayan reunido grupos de heterosexuales, como HID –Heterosexuales por la Igualdad de Derechos-, en búsqueda de una lucha pareja, de iguales, en favor de las uniones civiles del mismo sexo. Según declaraciones de estas mismas agrupaciones, “el amor no tiene género, el amor existe y todos tenemos derecho a ser felices, a formar una familia, y a amarnos”, el afecto es inevitable y toca a la puerta cuando menos se le espera.
Según estudios realizados, se tiene constancia y documentación de prácticas homosexuales desde los primeros inicios de la humanidad, prácticamente en todos los períodos y civilizaciones, con diferentes reconocimientos sociales en distintas épocas. Entonces, en nuestros tiempos, no podemos hacernos de la vista gorda, tratando de minimizar y rechazar esta parte de la sociedad que cuenta con orientación sexual distinta a la tradicional.
En países como Afganistán, actualmente se castiga la homosexualidad con pena de muerte; a diferencia de ellos, en Costa Rica tenemos la ventaja de contar con una mentalidad abierta que nos da la oportunidad de razonar y analizar las distintas situaciones que enfrentan nuestros ciudadanos. La comunidad GLBT, al igual que cualquier otra minoría en nuestro país, cuenta con los mismos derechos y deberes de cada ciudadano que no pertenezca a ninguno de esos grupos de interés.
Se vuelve una obligación entonces, para el costarricense, informarse conscientemente con respecto al proyecto; ubicar una posición clara, con el fin de dar una aprobación o un rechazo desde una perspectiva razonable y bien sustentada, que refleje lo que realmente dicte su corazón.

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